Mario Giacomelli |
Esa cristalización de gestos
perdidos
aleteos de un inmensa caída
en la jaula
de sueños.
Esa muerte de troncos
que conforman playas improbables,
una luna afilada en el ojo
y las rocas que preguntan
por las algas de una infancia.
La doctrina me arañó paternalmente
desde que asesiné mi primer animal.
Esa contrición al secreto
se alojó oliendo a PIEDRA
en mi boca.
En mis manos
una pala de 7 veces mil toneladas
“Tú lo entierras” dijo padre.
De su espalda mientras se alejaba
una estela llena de advertencias
crecía con olor a piedras.
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