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vendredi, avril 09, 2021

Otra vida

 

Intimidad, N.F.

 

 

“Detrás de la pantalla, y de los atareados titiriteros, esperaban, convulsos y dorados, blandiendo enormes sables curvos, los dioses de caras escarlatas y sus compañeras...”

S. Sarduy.

 

Otra vida cercana a su muerte se resume en espejo

color desteñido de lluvias y flores abiertas

la vista ardiente

el sentido perdido

una jauría espectral

olfateando las piernas abiertas

la agitación viuda.

samedi, janvier 16, 2021

Ecos entre poetas

Mientras estaba en la prisión de Pisa, Pound pidió el Chung Yung y el Ta Hsüch de Confucio. Luego escribió sus Cantos. Creo que esto muestra el lugar que la poesía tenía para él como expresión dirigida a un lector que no sería su contemporáneo. Por su lado, Mandelstam describe la poesía como una barca funeraria egipcia, cuyo destino es precisamente ese lejano y precioso lector.

jeudi, décembre 17, 2020

En las salidas del metro

 

El consumo y su partner, G. Deisler

 

La derrota sin aliento

rodillas peladas rojas

órbitas con rimel.

Mi cuerpo

radiografía rápida de sombra

china bajo la mirada de las candidatas

reinas de vorazones

congelaban mi boca.

 

          Mi boca puer eternus dedita notas sublimes para sus caderas envoltorios de terminales profundos donde los soles beben.

 

Rouge en la mejilla,

dolor indeleble en las sonrisas

perdidas en las salidas del metro.

samedi, octobre 12, 2019

repetición incantatoria


Si en el lenguaje poético, la repetición manifiesta una resistencia a la pérdida del orden simbólico, como lo señala Kristeva, en el lenguaje político, manifestaría simplemente una resistencia a la pérdida del control jurídico del lenguaje ? Miedo de perder el efecto incantatorio ? A mayor repetición (como el del orden binominal en los discursos) mayor temor.

vendredi, mai 03, 2019

cuando merodea (fragmento parte 2)


Saco cuentas del fenómeno este, porque desde hace poco me encuentro en la extraña situación de vivir en Vietnam; país donde es casi seguro que por el doble de tiempo no me toparé con nadie que me reconozca siquiera el acento ¿Quién viene a Vietnam? He conocido a muchos extranjeros en este país, a la excepción de algunos cubanos, ninguno que venga de Latinoamérica. Tan lejana resulta la evocación para nosotros, los sudamericanos, que simplemente terminan por escribirme “¿Qué tal te va en Indonesia?” o “Espero que mandes fotos de chinitas”. La región es una nebulosa geográfica. Incluso para los vitalicios del club de fans de Pablo Neruda, la estadía consular del poeta en Birmania, Ceilán, Java y Singapur ha contado como una anécdota apenas importante. Aspecto que no me interesa mucho, puesto que no pertenezco a dicho club. Pero, me doy cuenta que es así como he pasado a ser un amigo anecdótico, el que está en un país raro, uno que huele a escenario holywoodiense para películas del soldadito enviado por el “Tío Sam”. Ya no soy el amigo poeta y fotógrafo, ahora soy el que está “¡Quién sabe dónde chucha!”.

jeudi, mai 02, 2019

cuando merodea Antonio Citron, el océanico

(esta cronica, de la que aqui se da solo el fragmento inicial, fue escrita por Antonio Citron en Vietnam y publicada en la revista de letras y artes marciales Hermano Cerdo del 2007, año del perro)


Un Oceánico en Quién Sabe Donde

Por Antonio Citron.

Hoy vivir lejos puede pasarle a todo el mundo, ya no es más patrimonio exclusivo del exilio político, de acuerdo. Dentro de esta lógica, nada extraordinario toparse con gente que, luego de unos cuantos minutos de haberse presentado con un raro acento, te diga “Oye ¿Pero tú no eres….?” o “No sé de donde, pero tu cara me dice algo”. Es decir, no solo ya no eres el único lejos de tu casa y cerca de tu pasaporte, sino que además, toman el mismo atajo que tú los que vivían en el barrio de la infancia, en la ciudad donde estudiaste, en el edificio donde tenías a una novia, etc.

Un día sales por una de esas calles con nombres que no te dicen nada — únicamente, que no estas progresando mucho en el nuevo idioma — y se cruza por tu camino uno de ellos o de ellas. No insinúo que sea malo o desesperanzador encontrarse con un rostro familiar en el extranjero. Conozco la experiencia y sé que somos muchos en compartirla. El encanto sufre una trizadura, pues te han traído en cierta forma tu casa, que es lo único que asegurabas haber dejado atrás. Te creías el aventurero, casi con látigo y cuchillo al cinto y alguien se acerca y te explica que solo saliste al jardín de la casa. O al parque de abajo, para los de visión departamentezca como yo.

Sin embargo, encontrarse con alguien del barrio o del “villorrio” como decían algunos poetas, también tiene sus efectos benéficos, o sea, un vino descorchado del país, unas bromas sin necesidad de traducción, de preferencia cochinas y malas que una complicidad difícil de recuperar en calidad de bárbaro, las hacen valer oro. Una noche de despilfarro bien aprovechada, con la certeza cínica de que es solo una noche y nada más; que en mucho tiempo más no escucharás los nombres de gente que otra vez olvidarás (Porque el olvido es cosa seria ahora, no se rían) Esto puede ocurrir, o al menos a mi me ha ocurrido, una vez por año más o menos.
sourire dans la montagne, N. Folch.