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dimanche, juin 30, 2013

lundi, juillet 16, 2012

Nostalgia - Andrei Tarkovsky (Diálogo de Domenico con Subtitulos en Espa...


Durante el día me siento un expedicionario, o un geógrafo (geografeo como diría R. Lira), buscando la seguridad en el mundo visible, en las cosas, los objetos y en la animalidad corpórea de los hombres. Durante el día la manera de mantenerse a flote es confundirse con la normalidad bidimensional de la sociedad alta y profunda; o baja y superficial (así de simple se ve todo) y nada impide que un burgués se disfrace de revolucionario latino creyendo en la causa y sin un poco de vergüenza.
Mi imposibilidad actual de retener una página de teoría científica o de filosofía dado mi estado actual se contrapone a mis lecturas de Don Delillo (Outremonde) de John Fante y del Journal de Kafka (el diario de Kafka). Lecturas episódicas como puertas que se abren para que los amigos me hablen directamente. Así esta madrugada Kafka y yo concordamos sobre nuestro periodo de insomnio actual y me presenta sus conclusiones como un diamante escondido en uno de mis zapatos tirado en una esquina de la pieza :

« Me duermo bien, pero me despierto al cabo de una hora como si hubiese puesto mi cabeza en el hoyo equivocado […] Creo que este insomnio se debe únicamente al hecho que escribo. Porque por tan mal y poco que escriba, esos pequeños quiebres provocan mi susceptibilidad. » (traduccion personal)

Mis razones actuales son otras o quizás las mismas pero con complicaciones diferentes, diferentes a las de Kafka y su insomnio, pero estoy seguro que compartimos la provocación interior, el desgarro.

de El libro de la muerte.




                                                         







lundi, septembre 14, 2009

Zambra, Leon y un tal Campos


Sobre los “poetas” de Alejandro Zambra

Recibo un mail de una amiga. El mail es de cuatro líneas. La primera línea es para aconsejarme leer algo que esconde la segunda línea y que ella encontró buenísimo. La segunda línea es un link o lien o nexo hacia una página de literatura de esas tipo “tallarines con salsa en lata” del casino del trabajo. Los miras y ya te sientes lleno. En la tercera línea dice que se rió harto con lo que ahí leyó. La cuarta línea son, como debe ser, besos.

A pesar de haber tenido un agradable día sin hacer nada, decido clickear sobre el link e ir a la paginita esta de las “teleseries literateras”. Quizás la risa de mi amiga sea contagiosa y con eso cerraría la tarde de una manera magistral.

Lo que comienza por la curiosidad, termina en tragedia: posible lectura de Sófocles. Como sea, al comenzar a leer el artículo, me encuentro que quien lo firma es Alejandro Zambra, el autor de Los arbolitos miniaturas o la Geisha en el árbol o algo así. Como se trata de alguien a quien conozco personalmente, pero poco, mi curiosidad creció. Así que me lanzo en la lectura de “Contra los Poetas”, titulo del artículo – alegato que escribió él y que han inspirado estas líneas.

Luego de una rápida lectura del primer párrafo, voy a buscar agua; como vaticinando que mis ganas de putear saldrían irremediablemente y que para evitar hacerlo delante de mi hija, mejor ahogar mis cuerdas vocales. Comienzo otra vez la lectura y me digo “este huevón se compró de verdad el cuento de estrellita distante o lo meó Bolaño en la boca”.

El artículo está plagado de lecciones implícitas. Es casi una prédica moral. Ironia a peso y medio. Juicios de valor del tipo “A los veinte años (…) Ya tienen listos sus primeros libros, que están a punto de aparecer en editoriales emergentes. Son libros muy malos”, o “A los veinticinco años ya han renegado de esos primeros poemas, que consideran lejanos pecados de juventud.” Me produjeron no risa, sino dolor de guata (“barriga” dice Zambra, supongo que con la intención de lograr hacerse legible internacionalmente). La tragedia se manifestó en el hecho que al conocer yo al autor de esta imagen triste del poeta, lo veía a él mismo en esta. Por fortuna comencé a alejarme un poco de lo que Zambra exponía como arsenal de elocuencia en el texto: lugares comunes con los que la palabra “poeta”, se asocia a la de “fracasado”. Entendí lo que, este “Profesor” de la escuela de literatura creativa de una universidad "private", debía vivir a diario y me di cuenta que el título de su artículo era demasiado ambicioso para un tiro tan corto.

Comprendí que el error de Zambra fue encabezar su diatriba “Contra los poetas”, cuando en realidad debería haberla titulado “Contra los faranduleros chilenos”. Si Zambra es capaz de escribir, sin más, cómo los jóvenes poetas pasan de los púberes versos a dictar talleres de poesía; aconsejar que no hagan lo que ellos hicieron y terminar enamorados de lolitas de dieciséis años que “comparan con Alejandra Pizarnik, pero nunca han visto una foto de Alejandra Pizarnik”, lo único que me queda, es comprobar la precariedad a la que Zambra debe estar sometido en su trabajo de profesor. Solo faltaba que Zambra mencionase la adicción a la masturbación que engendra escribir poemas, para hacerla perfecta.

Me paré, con mi vaso ya inservible. La rabia se me había pasado y solo tuve el reflejo de ir a escribir un poco. Responder a quien no me ha pedido respuesta, pero, en fin… ¡Qué la necesitas Zambra!

La ambigüedad con la que termina tu diatriba, ese “Lo dicen sin fe, rutinariamente, pero tienen toda la razón”, te ha dejado en el lugar de los encandilados. De aquellos que miran para abajo, porque ya están muy cerca de las luces. Estimado Zambra, a quienes tú describes, no es a los poetas y sus desaventuras, sino a los que quieren ser poetas para publicar y ganar así su granito de fama. Tú describes la patética vida de aquel que quiso hacer de esto una carrera. Te sale torcido el tiro. No es malo, pero no lo dejes así. Es que para la ironía, hay que tener la vena. No hay quien vive para aguantar tanto cliché y quedarse de manos cruzadas. Es decir, como decimos que dicen: “chocó la micro”. Tus apreciaciones, con las que no me reí, sobre la evolución de estos supuestos poetas solo me trajo a la memoria a aquellos que repiten lo que ya tantos han hecho y que por cuestiones de números, pues son los más, logran publicar. Me has recordado a estos supuestos poetas chilenos que se ensañan contra todos pero que siguen repitiendo que la poesía no sirve para nada. Sin embargo, son estos últimos los que viven en las editoras y publican sus poemas, que - in cônsecûtiô - no sirven para nada.

Terminé de escribir a Zambra y me dije que tal vez, estas líneas eran muy personales. Que se lo tomaría a mal y que en vez de ser un llamado a la claridad, sería dejarlo aún en la confusión de un ambiente que noté tan enrarecido en Chile cuando se trata de poesía y poetas. Por eso le agrego estos párrafos en los que no le hablo a él. No, le hablo a otro. Al Otro, à l’Autre. En realidad me hablo a mí. El fracaso está en el silencio impuesto, en la bulla de los otros y dejarse impresionar por ella. Un poeta, es no sé quién, pero lo es porque así es como vive y ha vivido, respirando, escribiendo, tranquilo, con la certeza de ser auténtico consigo mismo y sin medidas concursables. Carlos de Rokha no ha sido menos poeta que Ezra Pound y sin embargo, la reputación de este último es lejos mayor que la del primero ¿Cual es más patético? ¿Cómo medir ese “fracasado” al lado del otro? Por mi parte, y como lo experimento en mí primero, estoy convencido que a Carlos de Rokha — como a otros y otras — tampoco le comía los sesos el publicar o ser conocido por un público masivo (No se estaba pegado al lado del teléfono) Quizás otras cosas, quizás solo lo que él escribió cuenta: “La única verdad es seguir adelante echando fuego por la boca”.

Un abrazo Zambra y que las manzanas se multipliquen en el futuro.


Nicolas Folch


Ps1: al terminar de leer la diatriba de Zambra, supe que había sido publicada originalmente en la revista Etiqueta Negra, hace ya más de un año. No es esta revista web la que describo como ““tallarines con salsa en lata”, pues poco conozco de ella. Vale.


Ps2: en un segundo tiempo leí el apoyo a Zambra (así gratuito, no más) del mediador Gonzalo León, (qué teleserie, no chicos!?) a quien la ligereza de sus conclusiones sobre los poetas que vivimos en el extranjero, quisiera atribuirlas a una rabieta provinciana contra un aves pajaronis llamada Javier Campos. A pesar del sueldo que gane quien sea y la miseria de León, el hecho de asumir que quienes vivimos fuera de Chile ganamos “sueldos de “primermundistas”” casi me mata de la risa. Y esto sí que no se lo hubiese perdonado la “superpotencia” que me tiene bajo su “protectorado” en calidad de “poeta fuera de Chile”. Mucha película León, mucho Hollywood y estrellitas en los ojos.


photo: Carlos de Rokha.

mardi, mars 06, 2007

Rodrigo Lira (1949-1981)

detalle de "Alegoría de la lujuria", Angelo Bronzino

 

De vuelta de un carrete, por San Diego a tempranas cañas, fui rescatado por el recuerdo de un poeta chileno. Me dije entonces que tenía que leerlo más, porque sólo tenía algunas fotocopias con sus textos, hojas que llevaba sin saberlo dobladas en el bolsillo de mi parka esa madrugada. Rodrigo Lira hizo poesía a lo extremista, llevaba una vida literaria o su vida se asemeja a una novela, algo por el estilo. Y escribió sobre ese estilo de vida loca, su vida, su poesía. El resultado: poemas que te salvan de manera discreta o cuando menos te lo esperas. Ezra Pound ya lo dijo, la conciencia jamás accederá a la esencia última de las cosas. Un lector de Hölderlin, el mismo que lea a Lira, por lo general, nunca dará con la naturaleza de sus textos. A lo sumo, se los cataloga de excéntricos y se vuelve a la figura del poeta para explicar lo que hay escrito.

Vuelvo a aquella noche, la de madrugada, mejor dicho, en calle San Diego, centro de Santiago. Estaba en la duda de si continuar caminando por esa avenida o de tomar alguna ruta más larga, pero más segura. El riesgo de ser asaltado en el estado etílico en el que estaba amplificaba cualquier ruido. Entonces me topé con esas hojas mal dobladas, ajadas, en mis dedos que buscaban calor. Las saqué y vi de qué hojas se trataba. Recordé que en San Diego, Lira, había pasado bastantes jaranas junto a algunos de los poetas de la época. Leí: “entre ambos antros, en/ la tercera bocacalle de / San Diego,/ el asaz más económico/ café Manhattan. Pase, suba/ al segundo piso, pida/ un café, una coca- cola/ o un trago y vean/ ondular los senos/ de la estatua de/ la libertad,/ cómodamente,/ -parado-“ (se trata de un texto escrito a tres manos, junto a Antonio de la Fuente y a Roberto Merino). Me bajó entonces esa estúpida idea de arriesgar un homenaje a Lira por esa calle ¿Cómo no iba a recorrer yo, las cuadras que me restaban por esa avenida? El juicio es en todo carente de fundamentos y de neuronas. Una idea carente de lo que algunos llaman “un aire razonable” o peor, “sentido común”. Pero hay que ver: de madrugada, después de una fiesta, alcohol y otras pepas en la sangre … De todos modos me salvé. Pude llegar a mi destino. Al día siguiente, narré mi regreso, de lo que me acordaba, a una amiga. Era una lectora de Lira y después de escuchar lo que le conté, me besó. Para probarme que ella entendía de lo que le hablaba, me citó uno de sus textos y dijo : “araña come al araño”. Y así fue.