Migrantes, N. Folch |
El agua
se mete dentro de mis zapatos, quién sabe por dónde y la lluvia alcanza los
dedos de mis pies. Entre las gotas, el canto de un magrebí sale de un
departamento evocando el Sahara. En todo caso más cercano que el de Atacama.
Comienzo a pensar en eso que con obstinación llamamos « mi país »; en mis
amigos que intentan apaciguar el calor del verano que rueda abajo por ese lado
de la cordillera. Caminan por las veredas más sombrías como hacemos todos en
las ciudades. En Santiago los edificios más altos dejan una ruina oscura, como
una postal de Fritz Lang musicalizada por David Lang (Lang al cuadrado o Lang2).
Me felicito. No tengo mucha resistencia a los veranos y en este lado del
planeta para extranjeros, el invierno es una corriente helada que mantiene
alerta. Mis ganas de lluvia las saco del bolsillo y pienso dilapidarlas por las
calles.
Los
cuervos son raros para un sudamericano. Ellos agujerean el pasto de los parques
buscando gusanos.
Unas jóvenes veinteañeras pasan corriendo en dirección contraria. Sus ojos, el
acento de sus risueños comentarios las delata ; son asiáticas, de Laos o de
Vietnam posiblemente. Muchos vietnamitas del sur llegaron sin nada a Francia.
Nos reconocemos a la deriva. Seguramente, yo dando manotazos en las corrientes
europeas y ellas nadando con estilo. Este barrio, en las afueras de la ciudad, es
el lugar preciso para buscar a cuantas personas desaparecidas hay afichados en
los puestos de aduanas. Aquí, sobrevivir se asemeja a la trama de una película
policial. Policiales de las viejas, con buenos guiones, en las que hasta el muerto
que se intenta vengar no es enteramente inocente.
A esto añado un punto aparte. Establezco aquí que este sistema económico es
superior en algo a otros sistemas: se lleva muy bien con la necedad y la
brutalidad humana. Un ejemplo : Mi amigo apodado “Che”, ladrón internacional, de gran capacidad camaleonística. Luego
de pasearse por los países más ricos del mundo, de conocer en su fugaz carrera
a grandes familias de empresarios a los que robó, posee hoy un capital “fantasma”
en la bolsa de New York con el cual sube acciones de un conglomerado, vende y
desaparece con un jugoso botín. Hasta aquí el punto aparte.
El agua en mis pies ya es menos agradable con el ir y venir de mis calcetines
en los zapatos. Decido tomar dirección a mi pieza. Entre estos edificios,
especies de gallineros a gran escala construidos por el estado, la lluvia no
huele a cáscaras de cielo, sino a rocas, a botes hundidos, a cuerpos ahogados
en las costas de Europa ¿Qué atrajo estos olores a estos países? No lo sé, pero
si sé qué los detiene aquí. Son motivos tan ordinarios como el de tener una
vivienda hecha de material sólido y no en plástico, ni cartón. O es poder
cruzar la calle sin tener que pagar al policía para evitar problemas o el hecho
de poder expresarse sin temor: “la
vida es una mierda…..Hitler debió habernos volado a todos con un gran BOUM !
le escuché decir ayer a una anciana polaca en el supermercado. Nadie pestañó.
Somos muchos los nómades que transitamos por Europa. La mayoría comemos nuestros
sueños con el servicio de sobreviviencia, esperando algun día poder ir al baño
y gritar « tierra a la vista » en lugar de « mierda a la vista ».
No te confundas en el empleo del plural, lector, estoy donde quiero estar. Pero nunca digo que la lluvia no me mojará. No, yo salgo a empaparme de ella, la asumo como un invitado a mirar al otro lado del muro que no olvida a los que se quedan afuera, a quienes han corrido el riesgo de querer entrar a locales donde el fenotipo alerta a unos tipos con audífonos. No pueden entrar a bailar, aunque suene « Celia Cruz » en la pista de baile. En los adífonos se escucha una advertencia: Cuidado, ellos traen agua en sus zapatos.
3 commentaires:
Saludos de otra nómade
bueno leerte
bienvenida a nuestro blog y sientate en las letras que quieras.
SI.. YO TAMBIEN APOYO ESO...
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