Ella acaricia mi lengua :
su mascota desde que vio undida entre dientes
la carne brillosa del parto.
El sol deja su barcaza incendiaria y escupe al lado
para deshojar mi memoria.
Lagartijas pierden colas, palabras,
y las raíces comienzan a moverse en las cenizas.
Al fin ella y yo reencontrados
zapateamos la danza macabra,
nos embriagamos de escupos en los rincones de su círculo,
el navegante se baña de indiferencia,
nos da
la espalda y flota como un reflejo en la orilla.
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