Todavía voy
dentro de aquel tranvía
todavía soy
parte de esa masa apretada
que
atravesaba la ciudad a la hora menos indicada
manos cuando
la gente termina cuellos sus trabajos
culos que
pasan al asiento hombros del espectador callejero.
Esos
cuerpos chocando al interior de ese monstruo de fierro
de esa máquina
heavy metal
repleta de
los fenómenos más extraños y
poco
apreciados de esta ciudad
los ojos de
peatones y conductores
nos fijaban
con asombro a la velocidad de las visiones.
Aún
resiento en cada uno de los que íbamos dentro
el
silencioso y seguro valor en nuestra sangre
como hijos
de un imperio desaparecido en algún bosque con perfume de eucaliptus
gente de
reflejo duro y paciente como rompeolas.
Fuimos
recorriendo los barrios y sus tripas
remecidos dentro
del tranvía como bestias las más horrendas
alejadas a
la periferia
mujeres
oscuras de magia y fiereza
hombres
delirantes de amor y música de camas
niños
desaparecidos en fórmulas de viajes astrales
eléctricos
ritos de apareamiento con el aire.
Salimos de
la ciudad en silencio
y pude ver
sobre ella el arcoíris afilar sus bordes
con gran
tristeza.
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