Demasiado mar para un ahogado,
las antenas transmiten en directo
un viento epidémico.
Un himno de sentido transparente y honesto
acaba por convencer al carnaval en que
vivimos
y nos paramos y cantamos el himno que se
derrite en nuestras bocas
una masa que canta lindo, una masa afinada
jóvenes deprimidos con pastillas musicales y
viejos resucitados
con orgias químicas.
Atrás, una roca sangra
y detiene la sed dispuesta en la tierra.
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