No reconocí al hombre que tenía frente al
espejo, pero era lo de menos. Es lo que se dice “un cambio radical” y es lo que
estaba escrito en la hoja de ingreso. El doctor pidió mi opinión. Balbuceante,
le dije que me parecía muy bien así. En realidad, no me parecía tan bien. En
realidad, ya no sabia qué pensar. Lo único que sabía, era que tenía que dejar
esa clínica. La enfermera que asistió a la cirugía, me ofreció un regalo con su
voz, una forma de ser gentil conmigo en su despedida : "Adiós,
Mario". Me acerqué a ella y en mi forma de retribuir su gentileza le dejé mi
lápiz labial “duo infaillible” que aún
tenía en el bolso. "Ya no lo necesitaré. Y gracias" le dije.
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