La Carta (fragmento again)
Klaus era un punk viejo de cincuenta y tantos que
hablaba bien el español, lleno de aros y tatuajes carcelarios. Algunas noches,
antes de desaparecer, me contaba entre cerveza e inyecciones, historias de sus
andanzas por Turquía como traficante de armas para grupos revolucionarios del
Líbano y de Turkmenistán creo. Todas las anécdotas terminaban con una canción
que se había aprendido en una cárcel de Ankara que me tradujo en algo así:
No te quedes, no te vayas,
el aire ya tiene lo que era tuyo
¿para qué seguirlo sin
antes conocer la dirección a la humildad?
No pienses demasiado,
Y ten presente que una
cabeza que piensa demasiado
Es como una montaña que ves
en el horizonte
Inmóvil.
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