photo: Nicolas Folch |
Equilibrio
Vomitó sin perder el equilibrio. Se subió de nuevo al auto y escuchó “dame un beso”. No podía creer lo que ella pedía, pero la besó. Su boca le desagradaba tanto como el hecho de madrugar en un auto frente al río Mapocho. “Déjame en Plaza Italia” le dijo a la mujer sin lograr recordar su nombre.
Ya en su edificio, subió al ascensor y marcó el piso 22. En el baño volvió a vomitar. ¿Eres tú? Escuchó. “Sí, mamá” dijo limpiándose la boca.
- ¡Tan tarde que llegas! Deberías buscarte una mujer.
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