mardi, mars 06, 2007

Rodrigo Lira (1949-1981)

detalle de "Alegoría de la lujuria", Angelo Bronzino

 

De vuelta de un carrete, por San Diego a tempranas cañas, fui rescatado por el recuerdo de un poeta chileno. Me dije entonces que tenía que leerlo más, porque sólo tenía algunas fotocopias con sus textos, hojas que llevaba sin saberlo dobladas en el bolsillo de mi parka esa madrugada. Rodrigo Lira hizo poesía a lo extremista, llevaba una vida literaria o su vida se asemeja a una novela, algo por el estilo. Y escribió sobre ese estilo de vida loca, su vida, su poesía. El resultado: poemas que te salvan de manera discreta o cuando menos te lo esperas. Ezra Pound ya lo dijo, la conciencia jamás accederá a la esencia última de las cosas. Un lector de Hölderlin, el mismo que lea a Lira, por lo general, nunca dará con la naturaleza de sus textos. A lo sumo, se los cataloga de excéntricos y se vuelve a la figura del poeta para explicar lo que hay escrito.

Vuelvo a aquella noche, la de madrugada, mejor dicho, en calle San Diego, centro de Santiago. Estaba en la duda de si continuar caminando por esa avenida o de tomar alguna ruta más larga, pero más segura. El riesgo de ser asaltado en el estado etílico en el que estaba amplificaba cualquier ruido. Entonces me topé con esas hojas mal dobladas, ajadas, en mis dedos que buscaban calor. Las saqué y vi de qué hojas se trataba. Recordé que en San Diego, Lira, había pasado bastantes jaranas junto a algunos de los poetas de la época. Leí: “entre ambos antros, en/ la tercera bocacalle de / San Diego,/ el asaz más económico/ café Manhattan. Pase, suba/ al segundo piso, pida/ un café, una coca- cola/ o un trago y vean/ ondular los senos/ de la estatua de/ la libertad,/ cómodamente,/ -parado-“ (se trata de un texto escrito a tres manos, junto a Antonio de la Fuente y a Roberto Merino). Me bajó entonces esa estúpida idea de arriesgar un homenaje a Lira por esa calle ¿Cómo no iba a recorrer yo, las cuadras que me restaban por esa avenida? El juicio es en todo carente de fundamentos y de neuronas. Una idea carente de lo que algunos llaman “un aire razonable” o peor, “sentido común”. Pero hay que ver: de madrugada, después de una fiesta, alcohol y otras pepas en la sangre … De todos modos me salvé. Pude llegar a mi destino. Al día siguiente, narré mi regreso, de lo que me acordaba, a una amiga. Era una lectora de Lira y después de escuchar lo que le conté, me besó. Para probarme que ella entendía de lo que le hablaba, me citó uno de sus textos y dijo : “araña come al araño”. Y así fue.

2 commentaires:

jordi lobo a dit…

La certidumbre puede llevarnos hasta lo penúltimo de las cosas, pero lo último siempre restará virgen. Los poetas pueden, efectivamente, asediar, rodear, contornear eso que siempre restará oculto, y estoy de acuerdo contigo en que eso, Hölderlin, lo consigue.
Desconozco a Lira, pero intentaré conocerlo. último puede ser asediado

antrix a dit…
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