Las
estrellas diurnas
vienen maternas por los senderos
con sus críos llenos de tierra.
Ríen
en la monotonía y en otros juegos
por el hoyo negro del parque
me rodean simétricas
por cada crío está la promesa del grito, la violenta expresión de jaulas de aire, recen niños, recen por las cadenas del columpio en que los dejan
(hay una que supo decirlo para sí: “y el tiempo estranguló mi estrella” dijo la vidente)
fantasmas en caza de miedos muertos
enterrados en jardines con enanos pintados por sus manos.
Entono la canción del adiós
inútilmente.
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