Antes de salir por la misma puerta por la que entró, la futura mujer de
negocios agregó “siempre delante de ese computador… ¡Ya comienza a cansarme!”.
Pero nada, no me he movido de aquí — el frío me ha petrificado — desde que
salió, hace veinte minutos, por la dichosa puerta que me separa del resto de la
casa, del resto de la humanidad, de los regalos que se hacen las personas, del
resto de lo que sucede entre los hombres que no es más que hacerle sombra a Diógenes. Estoy aislado. Para mejor o peor,
me he puesto a escribir. Prendo un cigarro.
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