Hoy llegué bajo las estrellas sin pedirlo
al aniversario de mi abuela, a la reunión de familia
con dulces en los bordes de las ventanas
y alcohol para dar sombra a las cabezas.
Los primos rompen papeles de regalo,
las rejas quedan abiertas a los perros de medianoche
cuando el último tío abandona el desorden de migas del
comedor.
Hoy llegué bajo las estrellas
que desfloraban la tranquila marea de la bahía,
los amigos se dan la mano y besan
desayunos musicales, cabezas de pesacado cantan,
sobre cajas de madera sus cuerpos aspiran el humo de los
barcos,
el café espera humeante, la ropa escribe unas gotas en las
panderetas,
las ventanas abren la sinfonía del sueño estilando en las
cocinas.
Hoy llegué bajo estas estrellas, sin pedirlo,
las mercancías llegan, etiquetar, escoger :
¿ Con o sin sal ?, ¿ Bio ? ¿ Azul con
rayas gris o al revés ?
¿ Recuerdas a qué hora despertaste hablando de tus abuelos ?
Bipear el precio del vino, que pasa de ojo en ojo a las
pantallas,
de pantalla en pantalla, de cámara a cámara, de teléfono en
teléfono,
el precio sube, escala estantes, se desliza por pasillos,
salta techos,
los presos lo admiran.
Las botellas se acumulan sin que nadie las abra,
los presos beben el aire y sus heces.
Hoy llegué bajo estas estrellas, sin pedirlo,
los discos repiten la nota, el rap se repite el verso,
como una rata en trance que espera ver crecer plumas a su
cola,
algunas mueren de pena encerradas en casas señoriales,
otras caen desde las garras de los pájaros y vuelven a
mezclarse al barro.
Grandes verdades registra un poeta
para mendigos novicios, su voz es de rata entre olas
que esconden las señales banda ancha, el aullido es estéril,
el grito no lo emiten las máquinas que perforan las
estrellas
unden su antenas en la bahía, proyectan una masa líquida de
sueño,
otra cosa surge entre los aplausos que se hunden en el fondo
oceánico,
es el silente nervio de la locura que hace « click » de vez en cuando
se estaciona frente a los puertos e irradia ciberespacio,
luz para distinguir las masas encefálicas y clasificar sus miedos
desparramados
entre los senos redondos y numéricos de Roccaforte o Angel
Black.
Sin pedirlo hoy llegué bajo estas estrellas,
las montañas lavan su rostro perleado de trasnoche
y lo extienden sobre los llanos
donde el indígena calienta su aburrimiento con un mate de
coca
y se pregunta sobra la « A » que un turista rayó sobre la roca
camino a los pastizales,
una estela de rieles oxidados los atraviezan y guían al
final carbónico,
los maquinistas pasan en fila rumbo al cine,
sus ombligos proyectan cumpleaños familiares
y sus bocas abismales son cajas de resonancia
que reproducen el grito de guerra de un niño en un tunel
envuelto para regalo.
Al final del tunel nada extraordinario acontece,
La luz inunda el vuelo de los pájaros que el tren espanta.
¿ Por qué debiera pasar algo extraordinario ?
La luz no enceguece a ninguna bestia,
las ratas juegan bajo el sol,
alguien, una voz en la puerta del tunel
dice a las familias reunidas :
« Sepárense ».
(Caen, 30-04-2016)
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