mardi, avril 21, 2009

Agua en los Zapatos

El agua se mete dentro. Zapatos plot-plot-plot. Quién sabe por dónde y la lluvia en los dedos de mis pies. Entre las gotas, cada vez más rápidas, el canto de un magrebí sale de un departamento evocando el Sahara. En todo caso está más cerca que el de Atacama. Comienzo a pensar en eso que con obstinación llamamos « país ». Amigos intentando apaciguar el calor del verano, el asalto de la cordillera con sus cervezas heladas, los partidos de futbol con la indiferencia de los perros capitalinos. En los que no están aquí y que se alejan caminando por las veredas más sombrías. Una postal de la modernidad.


Me felicito. Ganas demojarme bajo la lluvia en mi bolsillo. Dispuesto a dilapidarlas por las calles. Los cuervos resisten de perfil cuando paso. Gusanos en el pasto de plazas y parques.



Unas minas pasan corriendo en dirección contraria. Sus ojos, el acento de sus risueños comentarios las delata; son de Laos, Camboya o Vietnam. Mientras nos alejamos mutuamente, imagino que este barrio en las afueras de la ciudad debe ser el lugar preciso para buscar a cuantos jóvenes desaparecidos hay en los afiches de aduanas. Aquí, sobrevivir se asemeja a la trama de una película policial, de las viejas, en las que los muertos no son realmente víctimas.
Un punto aparte. Aparte de este punto. Si en algo este sistema económico es superior a los otros, es que ha sido el único capaz de llevarse bien con la necedad y la brutalidad humana. Un ejemplo: Mi amigo “Ches”, ladrón internacional, camaleón y gigoló. Grandes familias edén de empresarios y robarles antes de que se desnuden. El pasto recién cortado huele fuerte a cuerpos tirados. Un capital fantasma en la bolsa de New York, subir las acciones de un conglomerado, vender y desaparecer con un jugoso botin. Gracias, gracias, « público - familia » los capos de las principales multnacionales. Hasta aquí el punto aparte.


El agua en mis pies ya es menos agradable. Mis calcetines en desplazamiento. Dirección: mezcla de olores a comidas nepalesas, nigerianas, turcas y chinas. La señal apropiada a mi retorno. Entre estos edificios, especies de gallineros a gran escala, la lluvia no huele a cáscaras de cielo, sino a rocas, a botes hundidos, a una boca bien abierta respirando al fin, luego de una larga inmersión, para enseguida volver a sumergirse y desparecer de la superficie de Europa ¿Qué atrajo estos olores? no lo sé. « ¡La vida es una mierda…..Hitler debió habernos volado a todos con un gran BOUM ! » le escuché decir a una anciana polaca en el supermercado. Boum, pagó, boum se fue.



Muchos nómades. Transitamos, transpiramos, transputeamos, transfiguramos, transformamos Europa. La mayoría comemos nuestros sueños con el servicio de la sobreviviencia, esperando algún día poder ir al baño y gritar « ¡tierra a la vista! » en lugar de « ¡mierda, otra vez!». En mi caso estoy donde quiero estar; estas ahí, eres solo esa sombra a la que beso entre esta lluvia. Salgo a empaparme. No olvidar y ver unos tipos con audífonos. El riesgo de querer ir a la ciudad. Intentarentrar a sus locales. Celia Cruz les dice que no pueden y se vuelve meneando el trasero como un carnaval. En sus audífonos un secreto al oído de un enorme negro: « Cuidado, traen agua en sus zapatos ».



photos: Mr. Folch

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